1. Introducción
Al igual que los cambios tecnológicos anteriores, Internet y la revolución de la conectividad electrónica en redes ofrecen la promesa de un mundo mejor y más equitativo para todos y todas. Sin embargo, es cada vez más evidente que algunas élites están utilizando los beneficios de estos progresos en su provecho, consolidando de esa manera sus posiciones generales de control. Las corporaciones globales, a menudo en asociación con los gobiernos, están enmarcando y construyendo esta nueva sociedad para responder a sus propios intereses en detrimento de un interés público más amplio.
Varios sectores centrales de los países ricos, en vías de desarrollo y menos desarrollados ya están sufriendo perjuicios y transformaciones importantes; por ejemplo la venta minorista es afectada por Amazon, los medios de comunicación por Facebook, la hotelería por AirBnB y los taxis por Uber. Además, Google y Apple están muy avanzados en la valorización y la mercantilización digitales de los aspectos más ínfimos de nuestras vidas personales y sociales. Con una mirada superficial, muchos de los nuevos servicios y modelos de prestación parecen benignos e incluso positivos, y de hecho aportan beneficios tangibles a algunas personas e instituciones, hasta el punto que muchos están dispuestos a renunciar voluntariamente a la protección de los datos personales y la privacidad.
Sin embargo, un análisis más profundo revela cambios por debajo del nivel de detección del radar que provocan alteraciones sociales fundamentales, generan nuevas formas de desigualdad y profundizan las divisiones sociales existentes. Sin un debido control, estos cambios podrían ser precursores de dinámicas institucionales y de modelos empresariales autorizados digitalmente que socavarán seriamente los derechos arduamente adquiridos por trabajadores/trabajadoras y ciudadanos/ciudadanas y erosionarán significativamente los regímenes de bienestar social y, en última instancia, las instituciones democráticas. Se requieren rigor analítico y una militancia comprometida para combatir estos modelos sociales y empresariales emergentes y desarrollar alternativas apropiadas que promuevan activamente la justicia social.
Esto es particularmente válido en lo que respecta la transformación interna de los distintos sectores, facilitada por la agregación y el análisis de microdatos a nivel global. En consecuencia los macrodatos (“Big data”) están creando nuevos paradigmas en numerosas áreas. Por ejemplo, el concepto de “ciudades inteligentes” es presentada como un nuevo modelo de gobernanza basado en datos que podría reemplazar a los procesos políticos y democráticos. Sin embargo, a diferencia de las transformaciones a nivel del consumo, estos cambios son en gran medida invisibles y están transformando los términos y las condiciones de empleo y trabajo, los conocimientos a los que podemos acceder, las relaciones básicas de poder económico y, en última instancia, los derechos personales. La implementación de estos paradigmas afectará a todos, ya que su influencia se extenderá a través de los diferentes sectores sociales y económicos y se convertirán en la corriente dominante en todos los países y en todas las clases socioeconómicas.
Es fundamental y urgente oponerse a estas dinámicas mientras se esté atravesando el rápido período formativo de un nuevo paradigma social, en el cual casi todas las instituciones sociales de la era industrial están siendo socavadas por la fuerza transformadora de una revolución de redes y datos. Es ahora, durante esta “fase de diseño”, que el compromiso de los movimientos sociales progresistas será más fructífero.
Sin embargo, mientras que los actores dominantes se organizan en redes electrónicas consolidadas y están en camino de configurar la sociedad digital para satisfacer sus propios intereses, las fuerzas progresistas recién están transitando las primeras etapas en las que se definen e identifican los problemas, por lo general alrededor de un tema específico. Hasta el momento es muy poco lo que se avanzó en la creación de redes, el desarrollo de colaboraciones y alternativas apropiadas, la elaboración de estrategias y la adopción de medidas a un nivel más amplio.
El Foro Social de Internet (FSI), a través de sus diversos eventos y acciones, ofrecerá una respuesta a estos problemas centrada en las disputas reales de quienes luchan por la justicia social. El FSI plantea construir un espacio dinámico y productivo para el diálogo y la acción en los diferentes sectores sociales y grupos de interés con el fin de sensibilizar, informar, educar y movilizar a la sociedad civil global para promover un cambio político. Desde este espacio buscaremos e implementaremos activamente alternativas concretas y coherentes que guiarán y energizarán a los movimientos sociales innovadores emergentes y conducirán hacia una vía de desarrollo más sostenible que consolide los derechos humanos y los logros en el ámbito de la justicia social.
La idea de lanzar un FSI surgió inicialmente como un legado de los logros de la sociedad civil durante las dos Cumbres Mundiales sobre la Sociedad de la Información (CMSI) patrocinadas por la ONU en 2003 y 2005. No obstante, después de un análisis retrospectivo, los miembros del colectivo FSI piensan que estos logros se centraron demasiado en las preocupaciones relacionadas con Internet y las TIC y no lo suficiente en la forma en la que estos factores podían transformar la vida cultural, política, social y económica, como de hecho lo están haciendo ahora.
En su carácter de Foro temático del Foro Social Mundial y en la aplicación de sus principios, el FSI se inspira en la máxima que afirma que “Otro mundo es posible”. El proceso del FSI está aún en sus albores, pero la maquinaria ideológica que anuncia un nuevo orden normal ya está funcionando. Ya se le está vendiendo al público un futuro utópico: un mundo de servicios gratuitos y comodidad y ocio crecientes. Esta visión del futuro debe ser radicalmente criticada y denunciada por lo que realmente es: la ola más reciente de acumulación de capital promovida por la tecnología. Esta ola es particularmente peligrosa debido al potencial de transformación de estos cambios tecnológicos y a su aparición en una época en la que el neoliberalismo, a pesar de haber sufrido un descrédito teórico y práctico, sigue impulsando firmemente la agenda global.
A medida que el desafío de responder a preocupaciones sociales mucho más amplias adquiere mayor importancia y que el riesgo de perder derechos arduamente adquiridos en distintos ámbitos de la justicia social (salud, educación, medio ambiente, igualdad de género, desarrollo económico, etc.) aumenta, el grupo de facilitación del FSI convoca a los movimientos de justicia social de todo el mundo, así como a otras personas y organizaciones interesadas, a comprometerse con el proceso del FSI.
La sociedad global se encuentra a punto de sufrir un cambio profundo impulsado por el dominio rápidamente emergente de una nueva especie de entidades corporativas transnacionales y neoliberales que utilizan el argumento persuasivo que sostiene que la industria privada no sólo debería desempeñar un papel en la solución de muchos de los problemas más graves y urgentes de la sociedad sino también liderar este proceso. Las preocupaciones acerca de la forma en la que la evolución de Internet está afectando el entorno social y económico, incluyendo las nuevas áreas de riesgo como la minería de datos y la vigilancia, pierden significancia frente a las alarmantes posibilidades que se abren a medida que este nuevo paradigma de macrodatos ocupa un lugar cada vez mayor en la trama y la estructuración formativa de la corriente dominante en los ámbitos económico, social y cultural.
La primera generación de corporaciones transnacionales basadas en Internet y en los medios de comunicación social ha sido acusada, no sin razón, de debilitar la identidad colectiva, conspirar contra el sentimiento de privacidad y reducir la capacidad de acción del ciudadano o incluso del consumidor. Otros actores corporativos, desde la industria agroquímica hasta la hostelería, muchos de ellos nuevos, se vuelcan hacia la creación de modelos de negocio basados en redes y datos y están dispuestos a explotar plenamente esta “nueva normalidad”, transformando un sector social y económico tras otro en máquinas de generar ganancias, muchas veces en detrimento de los servicios y espacios públicos y de los derechos y las libertades trabajosamente adquiridos a través de varias generaciones.
Además, los algoritmos informáticos y la inteligencia artificial desempeñan un papel creciente no sólo en la vigilancia, sino también en el accionar de las fuerzas del orden, el otorgamiento de créditos financieros, la educación, el empleo, la salud y muchas otras áreas, incluso en el sector público. Existe un riesgo creciente de heredar y convalidar el sesgo de los datos recopilados por las instituciones y que ello conduzca a una agravación de la discriminación racista, sexista, étnica, clasista o etaria. Los militantes y los movimientos por la justicia social de todo el mundo deben preocuparse por estas cuestiones de fundamental importancia. Mediante una acción concertada, los militantes por la justicia social también serán esenciales para frenar la marea de estas inquietantes tendencias y desarrollar perspectivas y opciones alternativas.
En el contexto mundial, las estructuras de gobernanza de Internet actuales se encuentran en gran medida bajo el control de las corporaciones y de sus amigos en los principales gobiernos. Estas alianzas estratégicas buscan remodelar las estructuras de gobernanza global de manera que estén más alineadas con los intereses corporativos y del capital que con el interés público general, aun cuando parezcan incorporar a todas las “partes interesadas” como socios en la toma de decisiones. En última instancia esta estrategia forma parte, al menos en los hechos, de una agenda implícita más amplia cuya intención consiste en reemplazar las estructuras de gobernanza global democráticas (aún con todos sus defectos), por una gobernanza aún más opaca y vertical (“top-down”) por parte de las corporaciones. Esta situación determinará que los gobiernos nacionales, aun cuando representen genuinamente el interés público, y los procesos democráticos “participativos” de abajo hacia arriba, sean cada vez más impotentes frente a las fuerzas corporativas.
En esencia, estamos asistiendo a un ataque, de desarrollo lento pero inexorable, que amenaza numerosos frentes y sobre todo la noción misma de justicia social. Si esta estrategia resulta exitosa reducirá significativamente la importancia de las estructuras democráticas participativas como objetivos fundamentales y legítimos de la sociedad.
Para poder comprender plenamente los riesgos que conllevan estas tendencias preocupantes, construir una estrategia para oponerse a ellas y diseñar y crear alternativas eficaces, debemos iniciar y continuar un proceso de exploración profunda de estas dinámicas combinado con un compromiso a largo plazo de participación en acciones centradas en el cambio sistémico.
3. Construir alternativas juntos a través del FSI
Los intereses neoliberales estratégicamente interconectados de todo el mundo están dispuestos a apoderarse de estas tecnologías para consolidar su dominación. La alternativa no solo consiste en ralentizar, o incluso detener, este proceso, sino en recuperar estas tecnologías para promover y fomentar la justicia social.
A pesar de que la tecnología digital está relacionada con la justicia social a través de su impacto sobre sectores específicos (gobernanza y democracia, educación, salud, derechos laborales, servicios públicos incluyendo el bienestar social, igualdad de género, medio ambiente, etc.) no puede ser concebida ni enfocada desde cada uno de estos ámbitos en forma aislada. Además de una comprensión y una respuesta específicas para cada sector, es importante abordar el fenómeno como un meta nivel o como un elemento infraestructural, dado que abarca estructuras sociales y dinámicas nuevas y emergentes en su conjunto. La mayor parte de las respuestas sectoriales se ha centrado en aplicaciones prácticas (o, en el mejor de los casos, en efectos adversos específicos) del fenómeno digital y no en sus construcciones y direcciones estructurales, las cuales de todos modos son difíciles de articular y abordar desde cualquier sector. Sin embargo, por su propia esencia y por la naturaleza de sus efectos, la revolución digital exige una respuesta holística e intersectorial.
Se necesita un espacio que facilite y fomente el aprendizaje y el accionar reflexivos orientados hacia la justicia social para comprender el significado de estos factores y actuar de la mejor manera para modificarlos. Esta es la razón por la que el FSI intenta comprometerse con aquellas y aquellos ya implicados en las luchas por la justicia social dentro de un amplio espectro de cuestiones y de sectores. El análisis exhaustivo y crítico, así como las experiencias de intervención positiva, revelarán la forma en la que estas mismas tecnologías pueden ser redirigidas hacia la justicia social y el cumplimiento de los objetivos democráticos.
Algunos de los interrogantes que deben ser planteados son los siguientes:
- ¿Qué significa justicia social en el contexto de las transformaciones inducidas digitalmente en diferentes problemas y sectores (medioambiente, seguridad pública, educación, transporte, salud pública, seguridad nacional, inmigración, etc.)?
- ¿De qué manera estas tendencias digitales ya están afectando los movimientos de justicia social en todo el mundo?
- ¿De qué manera se pueden analizar, criticar y modificar eficazmente las nuevas prácticas empresariales que dominan la era digital?
- ¿Cuáles son las implicaciones de estas tendencias en la gobernanza global de Internet y en las estructuras de gobernanza en un sentido más amplio, así como también en la gobernanza y la democracia en general?
El colectivo FSI puede descubrir, documentar y apoyar alternativas prometedoras como las mencionadas en la siguiente lista ilustrativa:
- Formas en las que el mundo de Internet, los “macrodatos” y la “inteligencia artificial” pueden contribuir al bienestar social y las estructuras de gobernanza necesarias para lograrlo.
- Medios de comunicación de la sociedad civil y de los movimientos sociales que se pueden utilizar para educar, informar y fomentar la participación en las respuestas y acciones, tanto a nivel local como a nivel global.
- Sistemas tecnológicos de propiedad comunitaria que sirven como alternativas a las infraestructuras digitales controladas por el gobierno o las corporaciones.
- Proyectos de commoning en todo el mundo (open source, open knowledge, etc.) y el movimiento de la economía solidaria.
- Herramientas de Internet para apoyar los movimientos de justicia social y la forma de vincularse con activistas de Internet para construirlos.
- Ejemplos de activismo efectivo de las partes interesadas (por ejemplo, avances en el terreno de los derechos en Internet y de la privacidad, movimientos que promueven la neutralidad de la red o se oponen a la tasa cero (“zero-rating”), activismo de los accionistas orientado hacia la justicia social en los distintos sectores de la industria).
- Lucha contra la vigilancia promoviendo la seguridad basada en la afirmación de los derechos fundamentales del usuario final mediante tecnologías sólidas de encriptación y de protección de la privacidad como alternativas al discurso de seguridad informática proclamado por las corporaciones y los gobiernos.
- Ejemplos éxitosos en los ámbitos de la equidad de género y los derechos de la mujer en la formulación de políticas de TIC.
- Perspectivas y enfoques específicos que pueden aportar los jóvenes en tanto que “nativos digitales”, dado que son los blancos principales de las estrategias corporativas digitales y a la vez representan uno de los grupos constructores de alternativas más articulados y creativos.
El colectivo promotor del FSI alienta a las personas y a los grupos interesados a ponerse en contacto con nosotros escribiendo a la siguiente dirección: secretariat@internetsocialforum.net